Dulces sueños nos desean nuestros padres en la niñez, después de cepillarnos los dientes, aquella niñez en la cual solo pensamos en jugar, sin que sea el juego una actividad negativa, por supuesto que no. Cuando nos convertimos en adultos pasamos de este tipo de divertimento al juego de la vida misma, que, ahora se convierte en el juego por sobrevivir.
¿Pero qué relación guarda esto con mi dentadura, mi higiene dental o mi odontólogo? TODA.
Nuestros padres, familiares y escuela son los ángeles guardianes de nuestra lúdica etapa de la niñez (o deberían). Entonces como niños solo pensamos, o mejor, ni siquiera pensamos, solo jugamos, incluso sin ver pasar el tiempo. Luego nuestro organismo inexorable avanza y nos encontramos de repente en un lugar muy límpido y muy serio en donde habita un señor con un tapabocas y un minitaladro.
Cuando somos adultos nuestro compromiso con el éxito nos hace consolidar los caminos y nos damos cuanta que la estética dental, es una de las estéticas a mejorar en este raudo camino de lograr objetivos vitales. Entonces la odontología cobra importancia, para algunos con importantes pérdidas de piezas dentales.
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